Las vacaciones llegan a su fin, así que recogemos el apartamento de mi madre en el que hemos pasado el verano. Lavo la ropa de cama y toallas. Doy de mamar al bebé. Limpio, recojo, cierro persianas, ventanas, vacío la nevera, apago agua, luz... ¡Vamos! como si no fuésemos a volver en años.
Cuando estamos a punto de irnos, mi hijo mayor se rasca la cabeza como si fuese a encontrar un tesoro debajo del pelo. Sí, efectivamente, los malditos piojos han vuelto a las cabezas de mi familia. Así que doy de mamar al bebé, nos subimos al coche, paramos en la farmacia, compramos kilos de mejunje anti piojos, vamos a casa, doy de mamar al bebé, lavo cabezas, paso lendreras, lavo más cabezas, así hasta que me aseguro que no queda ni un piojo. Doy de mamar al bebé. Lavo todas las sábanas y toallas de la casa, lavo toda la ropa de la maleta que ya había lavado antes. Vuelvo a dar de mamar al bebé. Paso el aspirador por alfombras, sillones y sofás. Seco la ropa y la guardo. Hala, ya está, piojos aniquilados. Me voy a dormir, que al día siguiente será el primer día que de verdad ejerza de mamá de familia numerosa. Es el primer día que me quedo sola, yo sola, con mis tres hijos. Doy de mamar al bebé.
Y llega el día siguiente, doy de mamar al bebé, la cosa no va mal, parece que me apaño bastante bien, hasta que ¡¡horror!! hormigas en el cuarto de baño. Mi marido se ríe de mí, las hormigas son indefensas, pero yo me las imagino en hilera, llegando hasta mi cama y entrando en mi oreja. Doy de mamar al bebé. No sé qué me pasa con los bichos pero siempre los imagino entrando en mi oreja, bueno sí, lo que pasa es que me acuerdo del día que a mi suegra le entró una palometa en la oreja, tuvo que ir a urgencias y la tomaron por loca. Así que lleno el cuarto de baño de polvos de talco, remedio infalible para que las hormigas se líen y no encuentren el camino. Doy de mamar al bebé. Consigo encontrar su guarida y la cierro a cal y canto, pasará un tiempo hasta que consigan encontrar otra rendija por donde llegar hasta mis orejas.
Ya estoy más tranquila, el tema de los piojos y las hormigas me ha puesto de muy mal humor, pero ya ha pasado. Ahora doy de mamar al bebé y atiendo a mis dos hijos mayores feliz y contenta de ser una mamá de familia numerosa. Aunque cinco minutos después me pregunto que cuándo narices empiezan el cole estos niños. Y entonces es cuando aparecen esos bichitos marrones que pululan por la cocina. Doy de mamar al bebé.
Los bichos me odian, seguramente porque saben que yo les odio a ellos. Empiezo a buscar en el arroz, azúcar, pasta, hierbas... ¿cómo puede ser? si vacié los armarios hace dos meses. No los encuentro y ya no se me ocurre nada para librarme de ellos. ¿Y si echo gasolina en la cocina y la quemo? No, mejor en toda la casa. Así será imposible que sobreviva ni un solo bicho de la especie que sea. Podré con ellos. Me los voy a cargar a todos. No va a quedar ni uno vivo.